La diferencia más obvia entre una producción casera y otra de cuyo mástering se ha encargado un profesional, es la energía percibida. Los temas comerciales “saltan a tu cara” al reproducirlos, debido a la aplicación meticulosa de compresores y limitadores sobre la mezcla final. La compresión de picos despeja el camino para un incremento del volumen promedio: al menos, esta es la receta para que las producciones compitan en la radio FM y los clubes.
Por culpa de esta especie de norma de facto, nuestros oídos aguantan niveles cada vez mayores. Es excitante, pero también peligroso, y encima va en detrimento de la dinámica y del espíritu musical en general. Si te subes al carro del “dale caña”, igualarás la potencia de las producciones de tu vecino, y éste aplicará aún más compresión para destacarse de nuevo.
Captura en tu editor de audio un par de minutos de cualquier radio-fórmula. ¿Ves? Apenas dejan que la forma de onda respire –hasta la voz del locutor o las cortinillas (anuncios nauseantes que anuncian el nombre de la emisora) llegan a los 0dB digitales. Tanta uniformidad se hace odiosa tarde o temprano. Los mejores ingenieros de audio saben que no conviene pasarse de rosca…
El tratamiento de las frecuencias agudas es otro aspecto que “canta mucho” cuando no lo abordas de un modo profesional. Muchos ingenieros prescinden de retoques directos más allá de 5kHz, integrándolos en la operación de algún módulo excitador que, de un modo casi mágico, confiere a la mezcla ese lustre que todos sabemos apreciar. Como ya supondrás, la experimentación con la EQ te ayudará para que entiendas y aprecies todos los procesos involucrados.
Una cadena estándar para mástering llevará un EQ para el balance de frecuencias, un compresor sin ganancia de compensación para el tamizado de picos de señal/ reducción del rango dinámico, y por último, un limitador que eleva el nivel promedio hasta un punto cercano al máximo digital.