Efecto Hass. Enmascaramiento

Vicente Frías
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El Engaño de la Dirección y el Ocultamiento Sonoro: Efecto Haas y Enmascaramiento en Audio

Este fascinante fenómeno, denominado Efecto Haas en honor al médico Helmut Haas que lo investigó, revela cómo nuestro cerebro percibe la dirección de la fuente sonora a partir de las sutiles diferencias temporales entre la llegada del sonido a nuestros dos oídos. Este principio es fundamental para comprender la magia del sonido estéreo.


La diferencia de tiempo entre las señales de los canales izquierdo y derecho de una grabación estéreo es la clave para crear la ilusión de direccionalidad. Nuestro cerebro interpreta estas diferencias temporales como una indicación de la ubicación espacial de la fuente sonora, siempre y cuando este retardo no exceda los 50 milisegundos. Más allá de este umbral, en lugar de direccionalidad, el cerebro comienza a percibir la señal retrasada como un eco distinto de la primera.


Para que un sonido con un ligero retardo no sea percibido como proveniente de un lado específico, sino más bien como una fuente centrada entre los altavoces estéreo, la señal retrasada debe tener un nivel de intensidad mayor que la señal original. Esta relación entre el retardo y el nivel necesario para mantener la percepción centrada está definida por la curva de Haas. El efecto es más pronunciado para un retardo de alrededor de 15 milisegundos, donde la fuente retrasada debe ser aproximadamente 11 dB más sonora que la primera para que nuestro cerebro interprete la fuente como ubicada en el centro del campo estéreo.


Figura 1: Gráfico de la Curva de Haas.

Esta técnica del Efecto Haas no solo es crucial para la creación de imágenes estéreo precisas, sino que también puede emplearse estratégicamente para superar el enmascaramiento direccional en grabaciones donde un sonido dominante podría oscurecer la ubicación aparente de otro. Además, el uso sutil de pequeños retardos puede añadir una sensación de profundidad espacial a la mezcla.


Se descubrió que nuestro sistema auditivo humano localiza la dirección de un sonido principalmente a través de las diferencias en el tiempo de llegada (ITD - Interaural Time Difference) de la onda sonora a cada uno de nuestros oídos. Por ejemplo, una fuente de sonido cercana a nuestro oído izquierdo generará una llegada más temprana y con mayor intensidad a ese oído en comparación con el derecho.


Posteriormente, las reflexiones de ese sonido original rebotarán en las superficies cercanas y llegarán a nuestros oídos con ligeros retardos y cambios en su timbre. Nuestro cerebro realiza intrincados cálculos basados en estas diferencias de tiempo y nivel entre los oídos para determinar la dirección aparente de la fuente sonora. Además, esta información, junto con las características de las reflexiones (como el tiempo de retardo y la densidad), se utiliza para inferir el tamaño y las propiedades acústicas del entorno en el que nos encontramos. Todo este procesamiento ocurre de manera instintiva como un mecanismo de supervivencia evolutivamente útil, permitiéndonos orientarnos y reaccionar a los sonidos en nuestro entorno.


Nuestro sistema auditivo tiende a priorizar la primera llegada del sonido (la onda directa), un fenómeno similar al principio de precedencia o efecto de precedencia, donde la primera onda que llega a nuestros oídos domina nuestra percepción de la ubicación espacial de la fuente sonora, incluso si llegan reflexiones posteriores con mayor nivel.


En la práctica de la producción musical, podemos emular el Efecto Haas tomando una fuente sonora mono y duplicándola en una pista adicional. Al panoramizar ambas pistas completamente a la izquierda y a la derecha respectivamente, e introducir un retardo muy corto (generalmente entre 1 y 30 milisegundos) en uno de los canales, podemos crear la ilusión de que el instrumento está ubicado hacia el lado del retardo.


En el entorno acústico real, el cerebro integra la información de la onda directa y sus reflexiones tempranas (con retardos inferiores a unos 40 milisegundos) para proporcionarnos una sensación coherente de la ubicación del sonido y el espacio que lo rodea. Se determinó que nuestro cerebro es incapaz de separar un sonido de su reflexión cuando el retardo es inferior a aproximadamente 40 milisegundos. Por encima de este umbral, las reflexiones se perciben como ecos distintos. En la práctica de la mezcla, los retardos muy pequeños son valiosos para crear efectos de panorámica artificial, mientras que retardos ligeramente mayores (hasta la marca de 40 ms) pueden añadir una sensación de profundidad y amplitud espacial.


Si bien ya contamos con la panoramización como un método fundamental para ubicar los sonidos en el campo estéreo (basándose en las diferencias de nivel entre los altavoces izquierdo y derecho), es importante señalar que lograr una ubicación espacial precisa únicamente a través del volumen puede resultar impreciso. A medida que un altavoz se vuelve más fuerte, el sonido se percibe desplazándose hacia ese altavoz, pero esta técnica basada solo en el nivel a veces puede carecer de la definición espacial que buscamos.


Es común pasar una cantidad considerable de tiempo ajustando meticulosamente los potenciómetros de panorama de cada instrumento en una mezcla, solo para descubrir que una guitarra que hemos desplazado aparentemente hacia la izquierda todavía suena como si estuviera en el centro de la imagen estéreo. Este método tradicional de panorama basado en el nivel a veces puede ser subjetivo y poco concluyente.


Es por esta razón que algunos ingenieros prefieren utilizar el método de paneo LCR (Izquierda-Centro-Derecha), que simplifica la ubicación de las fuentes sonoras a estas tres posiciones discretas, evitando las ambigüedades del paneo continuo basado en el nivel. El Efecto Haas ofrece una alternativa o un complemento a estas técnicas de paneo tradicionales, permitiendo una colocación espacial más definida a través del tiempo.



El Ocultamiento en Frecuencia y Nivel: El Fenómeno del Enmascaramiento

La claridad y la prominencia de los sonidos en una reproducción musical pueden verse significativamente afectadas por el efecto de enmascaramiento, un fenómeno psicoacústico que ocurre cuando sonidos con frecuencias cercanas o con una gran diferencia de nivel interactúan en nuestro sistema auditivo.


El enmascaramiento se define como el proceso por el cual una señal sonora de mayor intensidad (el sonido enmascarador) provoca que otra señal de menor intensidad (el sonido enmascarado) se vuelva poco o nada audible. El efecto de enmascaramiento es más pronunciado cuando la frecuencia del sonido enmascarador y la frecuencia del sonido enmascarado son muy próximas entre sí. Por ejemplo, un tono a 4 kHz con un nivel alto enmascarará eficazmente un tono más suave a 3.5 kHz, pero tendrá un efecto mínimo sobre la audibilidad de un tono bajo a 1000 Hz.


Figura 2: Gráfico ilustrativo del enmascaramiento en frecuencia.


El enmascaramiento es un efecto psicoacústico fundamental que explica, por ejemplo, por qué debemos alzar la voz considerablemente en un concierto ruidoso para que nos escuchen: nuestra voz, al tener componentes de frecuencia similares a la música pero con un nivel inferior, está siendo enmascarada por la intensidad de la música.


Si bien el enmascaramiento es más efectivo entre sonidos con frecuencias cercanas, también puede ocurrir entre frecuencias más separadas en el espectro. En este caso, el enmascaramiento tiende a ser más eficaz cuando el sonido enmascarador es más grave que el sonido enmascarado. Las frecuencias graves, al tener más energía, pueden "ocultar" con mayor facilidad los detalles de las frecuencias agudas más débiles.


El enmascaramiento también puede ser producido por los armónicos del tono enmascarador. Un tono fundamental a 1 kHz con un armónico fuerte a 2 kHz podría enmascarar un tono más débil cuya frecuencia esté cercana a los 2 kHz (por ejemplo, 1900 Hz). Este fenómeno subraya la importancia crucial de la ecualización y la ubicación espacial en el estéreo durante el proceso de mezcla. Un instrumento que individualmente suena sutil puede quedar completamente oculto o alterado en su carácter por instrumentos más prominentes con un timbre similar. La ecualización se vuelve esencial para esculpir el espectro de frecuencias de cada instrumento, haciéndolos sonar lo suficientemente distintos como para minimizar el enmascaramiento y asegurar que cada elemento de la mezcla tenga su propio espacio sonoro.


En lo que respecta a la ecualización, el enmascaramiento puede tener efectos significativos. Un aumento excesivo en las frecuencias graves de un instrumento puede hacer que las frecuencias agudas de otros instrumentos se perciban con menor claridad. A la inversa, una atenuación en las frecuencias graves puede revelar detalles en las frecuencias agudas que antes estaban enmascaradas. Por esta razón, una práctica recomendada es comenzar la ecualización trabajando en las frecuencias graves y luego pasar a las frecuencias agudas, para evitar que los ajustes en el extremo inferior del espectro alteren inesperadamente la percepción del resto de las frecuencias.


El enmascaramiento también justifica el uso de técnicas de ecualización negativa (ecualización Sustractiva y Aditiva), donde, para realzar la audibilidad de ciertas frecuencias, se atenúan las frecuencias adyacentes que podrían estar enmascarándolas.


Consideremos un ejemplo: si tenemos un tono de 350 Hz con una sonoridad de 70 fonios y otro tono de 5000 Hz también con una sonoridad de 70 fonios, al sonar simultáneamente, la sonoridad total percibida será de aproximadamente 80 fonios (no una simple suma lineal). Sin embargo, si tenemos dos tonos con la misma frecuencia y sonoridad, la sensación auditiva al sonar ambos simultáneamente no es el doble de la de uno solo, sino solo ligeramente superior (un aumento de unos 3 dB, correspondiente a una duplicación de la potencia acústica).


En consecuencia, la suma directa de sonoridades solo es válida entre sonidos cuyas frecuencias estén suficientemente separadas. Cuanto más cerca estén dos frecuencias, mayor será la influencia mutua y menor será la sonoridad total percibida en comparación con la suma de sus sonoridades individuales.


Este efecto se conoce como enmascaramiento parcial, y puede llegar a ser total cuando existe una gran diferencia de sonoridad entre los sonidos con frecuencias cercanas. Un sonido fuerte con una frecuencia determinada puede ocultar por completo un sonido débil con una frecuencia similar, hasta el punto de que el segundo ni siquiera se perciba.


Este fenómeno se explica por el hecho de que cuando dos sonidos excitan las mismas células nerviosas en nuestro oído interno, las células responden predominantemente a la excitación más fuerte, mientras que la respuesta a la excitación más débil se suprime o se vuelve insignificante.


En la mayoría de los casos de enmascaramiento, las frecuencias más bajas tienden a enmascarar las frecuencias más altas con mayor eficacia que viceversa. Este efecto debe tenerse en cuenta en cualquier tarea de sonorización en vivo o en la grabación musical, ya que su desconocimiento puede conducir a resultados inesperados en la mezcla final.


Finalmente, la presencia de dos tonos simultáneos con frecuencias muy próximas se percibe en nuestros oídos como un único tono con una frecuencia intermedia, conocido como intertono o tono de batimiento. Si estas dos frecuencias están suficientemente separadas, el oído puede percibir tonos combinados (suma y diferencia de las frecuencias originales), además de los dos tonos originales. Esto revela que nuestros oídos no son dispositivos lineales; la presencia de múltiples tonos da lugar a la generación de nuevas frecuencias (suma y diferencia) dentro de nuestro sistema auditivo. En la audición musical, esto representa una forma de distorsión fisiológica, que tiende a ser más pronunciada a volúmenes sonoros más altos. Por lo tanto, en toda experiencia musical, nuestro oído trabaja con una cantidad de frecuencias mayor que las presentes originalmente en la señal sonora.



Conclusión: Navegando por la Percepción Espacial y el Equilibrio Espectral

El Efecto Haas y el enmascaramiento son dos ejemplos poderosos de cómo nuestro cerebro interpreta y procesa el sonido. Comprender estos fenómenos psicoacústicos es esencial para los ingenieros de audio y productores musicales, ya que proporcionan las herramientas para crear imágenes estéreo convincentes, lograr un equilibrio espectral claro en las mezclas y tomar decisiones informadas sobre la panoramización, la ecualización y el diseño sonoro en general. Al dominar estos principios, podemos esculpir el paisaje sonoro de nuestras producciones de manera más efectiva, guiando la atención del oyente y transmitiendo la intención artística con mayor claridad.


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