Masterización

Vicente Frías
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Hay quien opina que la masterización no existe, que es un parche a una mala mezcla. Realmente, aunque no estoy totalmente de acuerdo, no deja de tener razón. En general, una buena mezcla requiere un proceso posterior mínimo. El problema es que, durante el proceso de la mezcla, se tiende a equilibrar unas pistas con otras sin tener claro cómo debe sonar el conjunto –acrecentado por la fatiga auditiva–. Esto se evitaría en gran medida teniendo una pista como referencia constante durante la mezcla o usando un analizador de espectros.


Entonces, ¿cuál es el objetivo de la masterización? En primer lugar, conseguir uniformidad entre las pistas, de forma que no existan grandes diferencias de sonido dentro de un mismo trabajo; conseguir que suenen igual en cualquier equipo de audio, corrigiendo picos que han pasado desapercibidos en los monitores de referencia usados en las mezclas; y ganar algunos db de volumen medio. En este último punto hay una gran polémica, pero esta nueva tendencia de apurar al máximo el volumen de una canción tiene su explicación en la psicoacústica. Para el oído humano, una canción que tiene más volumen que otra es percibida como mejor de forma inconsciente. Este curioso efecto es el motivo por el que se tiende a comprimir y limitar al máximo posible cada pista, consiguiendo, en muchos casos, que la pieza pierda toda la dinámica, siendo este un terrible error.

Propongo una situación real y habitual: acabas de terminar de mezclar unos temas y te gustaría que sonasen correctamente en cualquier sistema de audio y que tuvieran coherencia entre ellas. Sin duda necesitan una masterización, un ajuste común y preciso. Por tanto, coges tus pistas y las cargas en tu editor de audio y te dispones con tus bien conocidos monitores de campo cercano a masterizarlas... Sin duda estás cometiendo de entrada tres errores bastante importantes: primero, nunca se debe masterizar sin descansar los oídos. Unos oídos viciados tenderán a destacar frecuencias en la mezcla; en segundo lugar, unos monitores de campo cercano no son lo más apropiado para masterizar, al no ofrecer una respuesta clara y amplia de todo el espectro; y en tercer lugar, tú no deberías nunca masterizar tus propias mezclas, puesto que hay detalles que ya pasas por alto por el vicio de escucharlos una y otra vez. Por tanto, lo mejor es recurrir a un buen profesional siempre que se pueda.

Para estos menesteres se requiere una sala tratada acústicamente, para ofrecer una respuesta equilibrada en todas las frecuencias. No se trata de crear una cámara anecoica; consiste en evitar realces de frecuencias y rebotes dañinos para una correcta audición. Los altavoces son un punto clave: necesitamos escuchar todas las frecuencias sin coloraciones. Es un error habitual en los monitores de campo cercano y, en menor medida, en los de medio campo, su incapacidad para reproducir frecuencias graves, siendo atenuadas las frecuencias por debajo de los 70 Hz. Por tanto, unos monitores de campo lejano, multivía y habitualmente empotrados, serían el punto de partida ideal para la masterización. Es muy importante, además, disponer de escuchas de distintos tamaños y calidades para poder chequear el material en condiciones cercanas a las que dispondrá el receptor final.

La gran polémica surge en cuanto a qué elementos (y en qué orden son adecuados) para una masterización. Sin duda hay cosas fundamentales que no deben faltar en una cadena de masterización: un ecualizador, un compresor y un limitador. Pero la gran pregunta es ¿software o hardware? La respuesta: da igual, pero ha de ser de primera calidad. En general, la alternativa software suele ser más barata a igual calidad. Hoy en día, la solución software es la que ofrece mejor calidad-precio. Existen numerosos paquetes de primerísima línea. Un ecualizador mediocre o un compresor de baja calidad puede destrozar una mezcla. En cualquier caso, la clave de todo el proceso es que la masterización no arregla una mala mezcla.


"La masterización no arregla una mala mezcla"


¿Por qué masterizar?
La diferencia más obvia entre una producción casera y otra de cuyo mástering se ha encargado un profesional, es la energía percibida. Los temas comerciales “saltan a tu cara” al reproducirlos, debido a la aplicación meticulosa de compresores y limitadores sobre la mezcla final. La compresión de picos despeja el camino para un incremento del volumen promedio: al menos, esta es la receta para que las producciones compitan en la radio FM y los clubes.

Por culpa de esta especie de norma de facto, nuestros oídos aguantan niveles cada vez mayores. Es excitante, pero también peligroso, y encima va en detrimento de la dinámica y del espíritu musical en general. Si te subes al carro del “dale caña”, igualarás la potencia de las producciones de tu vecino, y éste aplicará aún más compresión para destacarse de nuevo.

Captura en tu editor de audio un par de minutos de cualquier radio-fórmula. ¿Ves? Apenas dejan que la forma de onda respire –hasta la voz del locutor o las cortinillas (anuncios del nombre de la emisora) llegan a los 0dB digitales. Tanta uniformidad se hace odiosa tarde o temprano. Los mejores ingenieros de audio saben que no conviene pasarse de rosca…



El impacto de la EQ
Otro proceso esencial que debes dominar para un buen mástering es la EQ. No nos referimos al ajuste tonal de pistas individuales –de eso te ocupas en la mezcla– sino del balance de frecuencias sobre el archivo estéreo final. En general, se aconseja eliminar todo vestigio de actividad por debajo de 40Hz, ya que el 99 por cien de los altavoces en los que reproducirás tu tema no llegan tan bajo. Así, además, aprovechas el margen dinámico con más eficiencia, pues muchos compresores se confunden con los zumbidos en sub-graves.

Para las frecuencias medias no hay trucos universales, pero presta atención a las áreas de 100-300Hz (marcan la definición del sonido), 300Hz-1kHz (afectan a la “nasalidad” del audio), y 1-3kHz (demasiado énfasis en esta última zona hace que todo suene embrutecido y chirriante).

El tratamiento de las frecuencias agudas es otro aspecto que “canta mucho” cuando no lo abordas de un modo profesional. Muchos ingenieros prescinden de retoques directos más allá de 5kHz, integrándolos en la operación de algún módulo excitador que, de un modo casi mágico, confiere a la mezcla ese lustre que todos sabemos apreciar. Como ya supondrás, la experimentación con la EQ te ayudará para que entiendas y aprecies todos los procesos involucrados.


Sonido al límite
Los limitadores constituyen casi siempre el paso final en las cadenas profesionales de mástering. La diferencia entre estos procesadores y los compresores es que los últimos reducen el nivel promedio (por eso aplican ganancias de compensación), mientras que un limitador exprime hasta el último dB –aumenta el volumen pero evita picos digitales a la vez. Ambos procesos cuentan con un umbral (threshold): los compresores atenúan las señales que lo superan, mientras que los limitadores les aplican ganancia adicional para adecuarlas al tope superior (ceiling, normalmente los 0dB o unas pocas décimas por debajo).
Una cadena estándar para mástering llevará un EQ para el balance de frecuencias, un compresor sin ganancia de compensación para el tamizado de picos de señal/ reducción del rango dinámico, y por último, un limitador que eleva el nivel promedio hasta un punto cercano al máximo digital.

Computer Music

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2Comentarios

  1. Excelente tu blog. Soy neófito en el tema del audio profesional y la producción musical. Da por sentado que te ganaste un nuevo lector. Saludos desde Argentina.

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    1. Muchas gracias Gastón por tus palabras!!!!
      Saludos desde España!!

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