La distribución en el tiempo de las reflexiones tempranas crea la sensación de ambiencia, es decir la sensación que permite al oyente identificar auditivamente el espacio en el que se encuentra. Las personas no videntes desarrollan una especial habilidad para interpretar la información espacial contenida en la ambiencia.
Figura 4.1. En línea de puntos, el sonido directo. En líneas llenas, algunas de las primeras reflexiones o reflexiones tempranas. |
Cuando la fuente sonora está rodeada por varias superficies (piso, paredes, techo) un oyente recibirá el sonido directo, y además el sonido reflejado en cada pared. Las primeras reflexiones recibidas, que se encuentran bastante separadas en el tiempo, se denominan reflexiones tempranas. Esta situación se ilustra en la Figura 4.1.
Arquitectónicamente, el control de la ambiencia se puede lograr mediante un cuidadoso diseño que involucra trazar, sobre un plano de la sala, “rayos” acústicos similares a los de la Figura, medir cuidadosamente sus recorridos, y de allí determinar los tiempos de llegada de las correspondientes reflexiones. Hoy en día este trabajo se realiza con el auxilio de computadoras digitales y programas adecuados.
Cuando se genera un sonido, se propaga desde la fuente en todas direcciones simultáneamente. Un porcentaje del sonido alcanza al oyente directamente, sin encontrar obstáculos. Una porción mucho más grande, sin embargo, se propagará hacia las muchas superficies de un recinto acústico. Si estas superficies son reflexivas, las ondas sonoras rebotaran en la habitación, donde algunas de estas reflexiones alcanzarán al oyente. Si las superficies son absorbentes, muy poca energía se reflejará hacia el oyente.
En el aire, el sonido viaja a una velocidad constante de aproximadamente 1130 pies por segundo, de modo que la onda que viaja en línea recta desde la fuente hasta el oyente sigue el camino más corto y llega primero al oído del oyente. Esto se llama sonido directo. Aquellas ondas que rebotan en las superficies deben viajar más lejos para llegar al oyente y, por tanto, llegan después del sonido directo. Estas ondas forman lo que se llama el sonido reflejado que, además de estar retrasado, puede llegar de direcciones distintas que el sonido directo.
Manuel Recuero López